Chile

Este proyecto surge a partir de una necesidad puntual: ampliar el baño principal de una vivienda existente en San Isidro, sin alterar su espíritu ni desentonar con el entorno. La intervención propone una ampliación sutil, que se acopla con naturalidad al lenguaje de la casa y lo enriquece a través de materiales nobles, texturas cálidas y un diseño atento al detalle.
La premisa fue clara: sumar sin forzar, transformar sin borrar. Desde el ingreso, se genera una secuencia espacial que acompaña: un pasillo con luz filtrada, cortinas livianas, mural botánico y tonos tierra que actúan como antesala del nuevo universo interior.
En la habitación principal, se conservaron las preexistencias valiosas: el muro de ladrillo visto, las luminarias colgantes de fibras naturales, el mobiliario de madera clara y una atmósfera cálida y serena. Esta continuidad material permite que la ampliación se sienta como una extensión natural del conjunto.
El baño, protagonista de esta intervención, se diseñó con una fuerte carga identitaria. El espejo en tres arcos y la luminaria tipo candelabro evocan un aire nostálgico, mientras que los revestimientos color terracota y los detalles en bronce aportan carácter y modernidad. Un vitral circular filtra luz de colores al interior, proyectando sombras y reflejos que le otorgan al espacio un aura casi poética.
La paleta cromática responde a tonos cálidos y tierra, combinados con mosaicos calcáreos de inspiración colonial. Las decisiones funcionales, como el lavamanos de hormigón, el estante de madera maciza o las griferías empotradas, completan una propuesta que combina robustez con delicadeza.
Este baño no es solo un espacio funcional: es una pieza emocional dentro de la casa. Una intervención que respira coherencia, intimidad y una belleza contenida que no busca impresionar, sino acompañar.